El 12 de octubre de 1492 una empresa financiada
por la corona española, al mando del almirante genovés Cristóbal Colón, llegó a
las costas de una isla situada en el corazón de Las Bahamas, probablemente Cayo
Samana. Deslumbrado por el imponente paraíso caribeño, con playas de una
belleza impensable en las ásperas costas europeas, Colón bautizó a la isla “San
Salvador”, en honor al Creador que la había puesto ahí para él. Sin embargo la
isla ya tenía nombre, se llamaba Guanahani, porque así la habían bautizado los
Taínos, que vivían en ella desde hacía más de diez siglos.
Analicemos
brevemente la importancia que pudo haber tenido este hecho para Colón. En
primer lugar, confirmaba la teoría de que la tierra era redonda y no plana, con
todo lo que esto implicaba desde el punto de vista científico. En materia de
prestigio, aunque tal vez no pudiera reclamar la exclusividad en la elaboración
de dicha teoría, sí pasaría a la historia como el hombre que la comprobó. Pero
también hay que pensar la importancia que aparentó el descubrimiento, en
función de un error de cálculos, porque el almirante creyó que había
descubierto una ruta marítima para llegar al Indostán por el Oeste. Colón creyó
que había llegado por mar a la India, lo cual revolucionaría el comercio con el
Lejano Oriente y tendría un impacto fabuloso en las economías occidentales.
Sin
embargo, en función de este error de cálculos Colón no pudo ver el verdadero
valor de su viaje. La tierra era mucho más grande de lo que él creía y aún no
había hecho ni la mitad del camino a la India, pero estaba protagonizando lo
que un británico llamó uno de los dos “acontecimientos
más destacados y más importantes de la historia de la humanidad”[1].
Efectivamente estaba asistiendo, sin saberlo, al encuentro de dos mundos que
habían vivido separados durante más de veinte siglos, con las consiguientes
posibilidades que representaba para la humanidad la complementación de dos
culturas, dos cosmovisiones y dos paradigmas científicos y tecnológicos.
En la opinión del pensador británico
“el nuevo conjunto de intercambios
debería haber sido naturalmente tan ventajoso para el nuevo continente como sin
duda lo fue para el viejo”. Sin embargo no fue así “porque la brutal injusticia de los europeos hizo que un acontecimiento
que debería haber sido beneficioso para todos fuera ruinoso y destructivo para
varios de estos desdichados países”[2].
Estas palabras cobran un relieve diferente viniendo de un europeo y uno aun
mucho más significativo viniendo de Adam Smith, que no era precisamente un
progresista, sino un conservador que teorizó sobre la creación y la acumulación
de la riqueza, y es considerado el padre de la economía moderna.
Marco
Polo, el primer cronista occidental del Extremo Oriente, no bautizó todos los
territorios del Asia que visitó, sino que se limitó a adaptar los nombres
nativos a la fonética occidental. ¿Por qué Colón le puso San Salvador a la isla
de Guanahaní? La diferencia radica en la naturaleza de los viajes: la de Marco
Polo era una empresa diplomática que iba a comerciar con otros pueblos, la que
inicia Colón, en cambio, era una empresa militar que iba a conquistar a otros
pueblos. Eso queda muy claro en las Capitulaciones
de Santa Fe, que sería el contrato que firmó Colón con los Reyes Católicos
que financiaron su expedición. Mediante ese documento Colón se hace acreedor al
cargo vitalicio y hereditario de Almirante, el cargo revocable de virrey y
gobernador de las tierras que descubriera, a la décima parte de las ganancias
que obtuviera en ellas y al derecho a financiar una octava parte de las futuras
expediciones percibiendo la octava parte de las ganancias.
Lo
que sucede es que España era un imperio en expansión que, en tiempos de Carlos
V, llegaría a jactarse de que entre sus fronteras nunca se ponía el sol. Según
el diccionario, un imperio es un Estado con voluntad de extender su soberanía a
otros pueblos mediante la fuerza o influjos económicos y políticos abusivos.
Eso fue precisamente lo que hicieron España y el resto de los estados europeos
en los territorios del nuevo continente: imponer su soberanía, primero por la
fuerza, y luego por medios políticos y económicos coercitivos.
Colón rebautizó Gauanahaní, no por
desconocimiento de la presencia de los Taínos ni del nombre que estos le habían
dado a la isla, sino porque se había apropiado de ella, en virtud del mero
hecho de haber llegado a sus costas. Y así se lo trasmite a los Reyes en la
llamada “Carta del Descubrimiento”. Dice Colón: “Yo fallé muy muchas Islas pobladas con gente sin número, y dellas todas
he tomado posesión por sus Altezas con pregón y bandera real extendida, y no me
fue contradicho. A la primera que yo fallé puse nombre San Salvador, a
conmemoración de su Alta Magestal, el cual maravillosamente todo esto ha dado:
los Indios la llaman Guanahani. A la segunda puse nombre la isla de Santa María
de Concepción: a la tercera Fernandina: a la cuarta la Isabela: a la quinta la
isla Juana, é asi a cada una nombre nuevo”. En la misma carta agrega: “pueden
ver Sus Altezas que yo les daré oro cuanto hobieren menester, con muy poquita
ayuda que sus altezas me darán: agora especería y algodón cuanto Sus Altezas
mandaran cargar, y almastiga cuanto mandaran cargar (...) y lignaloe cuanto mandaran cargar, y
esclavos cuantos mandaran cargar.”[3].
La carta pone de manifiesto la actitud europea hacia América desde el
momento mismo del primer encuentro: ambición de riquezas y recursos naturales,
y desconocimiento de los derechos del otro. Colón desconoce sistemática y arbitrariamente a los pueblos nativos con
los que se va encontrando. Desconoce sus gobiernos y toma posesión para los
Reyes de España, desconoce su universo conceptual y rebautiza a las islas con
nombres relativos a sus propias divinidades y a la familia real hispana,
desconoce su condición humana al ofrecerse a mandarlos como esclavos a la
metrópoli y, por ende, desconoce su derecho a la propiedad y se adueña de todas
sus pertenencias. La misma actitud que España adoptarían poco después
Inglaterra, Holanda, Francia y Portugal, que tampoco quisieron estar ausentes
de uno de los “acontecimientos más
destacados y más importantes de la historia de la humanidad”.
[1] El otro acontecimiento de
esta magnitud fue el efectivo hallazgo de una ruta marítima al Indostán,
llevado a cabo por el portugués Vasco da Gama, al rodear el Cabo de la Buena Esperanza.
[2] Citado por Noam Chomsky en La
Conquista Continúa , 2008, pág. 14.
[3] “Carta del Descubrimiento”
en Las Cartas de Cristóbal Colón.
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